sábado, 1 de noviembre de 2008

FUE UN SUEÑO


-Fue un sueño- Balbuceó Napoleón González sosegando los nervios de Martina, quien después de suspirar, abandonó el salón principal de la casa, con rumbo desconocido.
***
Una luz incandescente penetró a través de sus párpados cerrados. Al abrir los ojos, no pudo ver nada, solo aquel resplandor abrasante. Vagó por el suelo amarillo, hecho de polvo, móvil al viento, de formas siempre cambiantes. Una mañana, a lo lejos, divisó una sombra extraña: Cuatro patas la separaban del suelo, dos cabezas la guiaban, una hacia delante, otra hacia arriba. Cayó preparado para morir ahogado por el espectro de la sed. La sombra desdobló sus cabezas, una mano negra le tomó por el cuello, al mismo tiempo sintió en sus labios la frescura de aquel fluido salobre, casi como al principio, cuando todo era océano a su alrededor, en sus pulmones, en su cabeza, por donde pasaron los milenios, las eras, de lo cual se percató al ver cronopios gravitando a la deriva.
En la última noche de aquel océano primigenio, la luz se hizo real; al seguirla, descubrió la superficie. Ya de día, el océano empezó a descender. Surgieron las islas, transmutadas luego en montañas. A lo alto, un cuerpo con alas blancas flotaba en el aire, dejó caer un sueño, al cual siguieron miles de civilizaciones, ingenuas, todas terminaron como ruinas ocultas. Al final, la sed, la luz abrasante, el desierto, la mano negra. El polvo amarillo se mezcló con el polvo blanco de sus huesos muertos, secos, hijos de la nada. Volvió la oscuridad…
***
-¡Despierta! ¡Despierta!, ¡Pareces un loco! Durmiendo con los ojos abiertos- Refunfuñaba, con cierta angustia Martina, mientras sacudía sobre el pecho de Napoleón González, las cenizas de un cigarro consumido. Este yacía impávido en el sofá de cuero negro, en el salón principal.


CARLOS G. B.

1 comentario:

Década dijo...

me encantó el surgir de las islas.
me pregunto: cuánto tiempo le tomó a Martina darse cuenta que Napoleon no dormía, precisamente :(