viernes, 18 de diciembre de 2009

UN


Un desacierto inacabado, una flor inexistente, una realidad inconsistente, un amor imposible, unos labios que se duermen en una boca entreabierta, unos ojos verdes que se miran a si mismos, un espejo mentiroso que se empaña, una mano peregrina, una sonrisa congelada, unos dedos enredados, un brinco al vacío mientra se tararea una canción, un mundo lejos de aquí, un probarse y gustarse, una que otra peca constelada, un sueño impreciso, una luna vacía, dos caras, un resquicio que deja escapar un rayo de luz.




CARLOS G. B.




jueves, 17 de diciembre de 2009

Escuchen



LA MISMA GENTE

miércoles, 9 de diciembre de 2009

LA MUJER DE NEGRO RARA VEZ BESA DOS VECES




Sentado en la gran barra del Café Atlántico, un hombre le habla a una mujer de cabellos dorados mientras en los amplios ventanales de vidrio que dan a la calle, se ve el reflejo tintineante de las llamas casi extintas de un auto volcado justo al frente del lugar. - Vivir en la ciudad significa, entre otras cosas, convivir con sus sonidos. Sonidos que no cesan nunca, que siempre llegan a ti donde te encuentres. No te persiguen, te envuelven. Algunos son humanos, como gritos y silbidos. Otros provienen de vehículos y maquinarias; el chillar de las ruedas, el estruendo metálico y la explosión que le siguió, antes de que llegaras, vinieron de aquel auto que arde en llamas, justo ahí afuera. Otros son producidos por aparatos cuya función es generarlos; el ejemplo más evidente corresponde al de las sirenas, que pueden ser de diferentes estilos. La de esa ambulancia que se aleja, es de estilo europeo. Otros sonidos, como el que produce ese señor tocando el saxo, son musicales y pueden ser hermosos. Todos estos sonidos destacan con identidad propia, se distinguen de los demás, resaltan sobre el conjunto. Todos juntos constituyen a El Gran Bullicio General. - Gabriel contaba treinta y cinco años, un metro ochenta de estatura, elegante, de buen ver y siempre a la moda, gustaba de la noche y de sus atractivos, de los cuales disfrutaba gracias a su oneroso ingreso producto del ejercicio exitoso del derecho, profesión a la cual dedicaba gran parte de su tiempo trabajando como socio en una prestigiosa firma de la capital. No todo era tan bueno en su vida, del punto de vista emocional no tenía tanto éxito como del laboral. A su edad, ya sumaba dos divorcios y consumía su vida sentimental acumulando relaciones breves y superficiales, en esencia, sexuales. Su anhelo vital, y así lo decía, era encontrar a su alma gemela. - El Gran Bullicio General participa como ente de primera línea en los elementos que contribuyen con su existencia a darle una imagen única a toda la ciudad. El Gran Bullicio General, junto a la arquitectura, la gastronomía, la idiosincrasia, el arte, el transporte público y para de contar, definen el estilo propio de cada ciudad, que permite diferenciarla de entre todas las demás. El Gran Bullicio General de Barcelona es distinto al de Londres. El de Bogota, es parecido, pero distinto al de Caracas y si seguimos comparando ciudades seguiremos encontrando diferencias y semejanzas en los Bullicios Generales. Por cierto, me gustaría escuchar algún día el de Bombay… Pero, El Gran Bullicio General, no reúne en sí la totalidad de los sonidos de la ciudad. Existe otro sonido menos vistoso, si se puede decir así, un sonido menos diverso y menos llamativo, un sonido, paradójicamente, sordo. Este sonido es conocido como El Gran Ruido Basal y es el marco en donde resaltan los sonidos polifónicos que conforman a El Gran Bullicio General. Actúa como el solvente donde estos sonidos son matizados y amalgamados, es también, el lecho donde estos sonidos duermen y despiertan. -
Esta semana había cerrado un caso importante por lo que rebosaba de prepotente satisfacción. Era viernes por la noche. Primero se fue al penthouse de unos amigos, donde inició la celebración. Al llegar fue recibido por una bella pelirroja perfectamente maquillada quien inmediatamente colocó en su mano una copa de champagne y en sus labios, un beso ensayado. De los brindis pertinentes pasó, sin preámbulos, a la cocaína y de la cocaína a la exaltación. - El Gran Ruido Basal es omnipresente en toda la ciudad. Su omnipresencia te recuerda en todo momento que estás en una ciudad. Tan es así, que las personas lo extrañan cuando salen de la urbe, sin saber, exactamente, que están extrañando.
El Gran Ruido Basal no es llamativo como El Gran Bullicio General, que en ocasiones, puede llegar a manifestar comportamientos histéricos en lo que a captación de atención se refiere, ejemplo, el accidente de afuera. El Gran Bullicio General, como la mujer joven, se hace sentir, El Gran Ruido Basal, como la mujer madura, se deja sentir. -
Al tiempo que las líneas fueron inhaladas, los dientes rechinaban y su lengua no paraba. Todo era poder y potencia mientras la reunión en el penthouse tomaba su ritmo. Como ya se estaba haciendo habitual en su vida social, Gabriel puso la guinda amarga. Esta vez coqueteó con la mujer equivocada, la mujer de otro. Luego vinieron gritos, empujones y agarrones. Gabriel recibió una cachetada de la que si era su mujer (al menos eso pensaba ella). Eufórico y cantando, se largó de ahí. - Es El Gran Ruido Basal el centro de mi atención. Y es que en él se esconde algo muy particular, al menos para mí. Cuando logro abstraerme de El Gran Bullicio General y me concentro en El Gran Ruido Basal, escucho su silencio, dije bien, su silencio. Cuando esto sucede y me siento imperturbable en sus entrañas, me invade una profunda sensación de paz que de ninguna otra manera sentiría. Cuando alcanzo ese momento de aislamiento extremo me encuentro conmigo mismo y es en esos instantes, que pienso cosas realmente interesantes. - Hace una pausa mientras enciende un cigarrillo, después de la primera bocanada, continua hablando - La ciudad y su Gran Ruido Basal y dentro de él su silencio, son indispensables para mí. No concibo mi vida sin ellos. Juntos tejen un espacio del que soy habitante solitario y al que nadie nunca, ha penetrado jamás. El Gran Ruido Basal termina siendo la muralla que me separa de la estupidez e insensatez circundante y deja que, libre de todo vinculo exterior, crezca en mi mismo, pero, también me aísla de todo y de todos. Necesito sentir el calor de alguien igual a mi y que pueda reconocerme en mi espacio silencioso y no quisiera morir sin encontrarla. - La hermosa mujer de cabellos rubios sentada a su lado, vio el reloj, eran las 3:05 de la madrugada, canceló la cuenta y sin mediar palabra alguna, se esfumó. Gabriel apagó el cigarro y observando a través de los amplios ventanales de vidrio que comunicaban visualmente el Café Atlántico con la calle, la vio salir del local con rumbo desconocido. Todavía humeaban los hierros destrozados del accidente que minutos antes acababa de ocurrir en la esquina, justo antes de cruzar hacia el bar. La escena ya estaba limpia, sólo el auto destruido esperaba por la grúa que lo llevaría a su último destino.
Extrañado por la falta de interés de la rubia en el Café, decidió seguirla, pero esta después de recibir su auto de manos del valet parking, ya se había ido. El Atlántico era ya el tercer lugar que visitaba esa noche después del incidente en casa de sus amigos. A la salida, mientras el auto de la rubia se alejaba, Gabriel observaba con desidia como la grúa, al fin se llevaba lo que había quedado del accidente. De pronto, de entre las sombras de la noche, apenas iluminada por un farol en la calle, emerge una figura que rápido captó toda su atención. Una hermosa y estilizada mujer con un ceñido vestido negro que hacía juego con su cabello largo y suelto, negro azabache, cruzó su mirada con la de Gabriel y este raudo y veloz, corrió sin saberlo, a enfrentarse con su destino. Sin titubeos se dirigió directo a la mujer de negro y cuando la tuvo enfrente le dijo - ¿Que hace una mujer tan hermosa y tan sola, aquí y a esta hora? - Por un rato que pareció eterno, la mujer se lo quedó viendo a los ojos en silencio, su rostro blanco pálido, sin lugar a dudas, era precioso. Su boca perfecta, al fin habló - Vine a buscar a alguien - A lo que Gabriel repuso - ¡Te felicito, porque ya lo encontraste! - Esta última frase provocó en la bella mujer de negro una tierna sonrisa.
Detrás del Café Atlántico se encuentra un centro comercial en el cual funciona una discoteca que reúne a noctámbulas criaturas en busca de emoción y evasión, gente que exprime la noche de la ciudad hasta bien entrada la madrugada. A pesar de la muchedumbre agolpada en la puerta de la discoteca, Gabriel y su enigmática compañera pasaron sin ninguna objeción. Adentro el humo se mezclaba con las luces, creando una atmósfera espesa y multicolor. El DJ, como un hipnotizador de masas, marcaba el ritmo de los presentes quienes se movían sincronizados como si todos formasen parte de un solo ser. Gabriel tomó de la mano a su imprevista compañera y la llevó al centro de la pista donde los dos se sumaron al trance y a la euforia en movimiento. Bailaron y se tocaron. Cada vez se sentía más atraído hacia la enigmática mujer de negro y ella a su vez, parecía disfrutar de todo el despliegue de seducción que su excitado compañero le prodigaba.
La música se mezclaba con las voces de la gente que bailaba a su alrededor. Poco a poco, Gabriel fue dejando de escuchar la música y pasó solo a escuchar los murmullos de las voces, el campanear de los hielos en los vasos y hasta llegó a escuchar los latidos presurosos de quienes le rodeaban. Al final, sólo escuchó el silencio. El silencio de El Gran Ruido Basal. Fue en ese momento cuando nítidamente percibió estas palabras - Te estaba buscando a ti. - Palabras que fueron pronunciadas por la misteriosa mujer de negro. Gabriel no cabía en si del asombro, primera vez que alguien compartía su mundo solitario y abstracto. - ¿Realmente puedes escucharme? - Dijo en voz baja, a lo que ella respondió - No preguntes nada más, por favor, si no te importa, solo quisiera que me acompañes a un sitio al que me veo obligada a frecuentar. - Gabriel asintiendo con la cabeza y estupefacto, apenas si pudo pronunciar un - Vamos.
Salieron del local donde se disfrutaron el uno al otro, solo Dios sabe por cuanto tiempo. Salieron del centro comercial por la puerta principal, que extrañamente se encontraba abierta, para ellos. Empezaba a llover pero esto no parecía molestarlos. Cruzaron una gran avenida y se dirigieron caminando al sitio donde se encuentra una importante clínica de la ciudad. La mujer de negro tomó con firmeza a Gabriel de la mano y lo condujo al interior del edificio. Bajaron unas escaleras y se dirigieron al área de emergencia. De fondo se apreciaba la melodía de un piano y mientras más se acercaban más fuerte y nítida se escuchaba. Detrás de las puertas batientes que dan a la emergencia se detuvieron tomados de la mano. Gabriel quiso hablar pero ella con delicadeza le selló la boca con sus labios. Nunca había recibido un beso tan especial. Comprendió que su destino estaba unido al de aquella mujer de quien ni siquiera conocía el nombre. Ya era tarde para preguntar.
Juntos atravesaron las puertas batientes e inmediatamente Gabriel pudo ver una imagen que lo impresionó por la eternidad. En una esquina, un hombre trajeado de riguroso negro, tocaba en un maravilloso piano de cola el primer movimiento del concierto No. 1 para piano de Tchaikovsky. A la vez, a toda prisa, circulan enfermeras llevando y trayendo cosas, el ambiente es de tensión. Tres médicos luchan desesperadamente por salvarle la vida a alguien que agota su último latido mientras exhala un final suspiro. Gabriel, angustiado por la situación desesperada, que como en una película corre ante sus ojos y tomado con fuerza de la mano de la mujer que lo llevó a ese lugar gira sobre si y la mira, buscando en ella alguna respuesta. Con lágrimas en los ojos y con la música del piano al fondo, ella le dice - Ya sabes porque vine a buscarte. Realmente lamento que haya sido así. Son muchas las veces que alguien me ha invitado a salir, pero nunca nadie se había enamorado de mí - Finalizando estas palabras se aferró a su cuello besándolo por segunda vez en la noche. Gabriel nunca más recibiría un beso así y él lo sabía.
Los médicos, después de intentarlo una y otra vez, frustrados desisten de su esfuerzo y abandonan su lucha. - ¿Hora de la muerte? - Pregunta el más joven mientras escribe en la historia clínica. - 3:33 de la madrugada - Le responden. - ¿Nombre del paciente? - Gabriel Antunez, de 35 años, múltiples traumatismos por accidente automovilístico, un volcamiento, creo. - ¿Algo más? - Niveles en sangre positivos para alcohol y cocaína. – Vaya, otro que coqueteó con la muerte.- FIN.

CARLOS G. B.