jueves, 30 de septiembre de 2010

ELLA II



Ella existe y flota en el aire liviano de la altitud
Me empuja en las cuestas por la ruta pedregosa y zigzagueante
Camina conmigo en la inmensurable conciencia de quienes no llevan reloj
En la adversidad coloca con bello gesto flores en su cabello negro
Que como luceros después de la tormenta ofrecen paz al insomne
Abraza los árboles, camina descalza por la montaña, sonríe y embruja, tienta mi pasión con tierna frescura, con manos de algodón acaricia mi cara, calma su sed en mi.
En la hondonada un río refleja las estribaciones de la montaña
Los prados suben a las aldeas de abandonados molinos de piedra
Polo soltó los vientos rabiosos y en la casa de bahareque, a la luz del candil,
Veo arder sus ojos de café mientras un beso suyo posado en mí como un ángel alado, levita en mis labios
Déjà vu de sus sueños que jamás olvida y en los que yo, sin querer, cohabito
Ella llegó con el tiempo y ahora haré silencio a ver si con suerte escucho los ecos de su loco corazón.
Nunca la he visto llorar pero imagino sus lágrimas como gotitas de marfil mojando mis ganas, apagando mi vida.

CARLOS G. B.

ELLA


Ella existe y está por ahí
Flota en el aire liviano de la altitud
En la adversidad coloca en su cabello flores del camino
Vive componiendo al universo para que todo sea bello
Abraza los árboles y sonríe con más enigma que la Mona Lisa
De café son sus ojos, de algodón sus manos, de cundeamor sus besos
Camina descalza por las montañas desnudas de mentiras
Nunca olvida sus sueños y confiada me los obsequia
Sin querer, a veces estoy en ellos
Ella es un ángel alado
En mis labios posado.


CARLOS G. B.

sábado, 25 de septiembre de 2010

FRESCO


Llegué a confundirme con ella,
tanto...! Por sus recodos
espirituales, yo me iba
jugando entre tiernos fresales,
entre sus griegas manos matinales.

Ella me acomodaba después los lazos negros
y bohemios de la corbata. Y yo
volvía a ver la piedra
absorta, desairados los bancos, y el reloj
que nos iba envolviendo en su carrete,
al dar su inacabable molinete.

Buenas noches aquellas,
que hoy la dan por reír
de mi extraño morir,
de mi modo de andar meditabundo.
Alfeñiques de oro,
joyas de azúcar
que al fin se quiebran en
el mortero de losa de este mundo.

Pero para las lágrimas de amor,
los luceros son lindos pañuelitos
lilas,
naranjos,
verdes,
que empapa el corazón.
Y si hay ya mucha hiel en esas sedas,
hay un cariño que no nace nunca,
que nunca muere,
vuela otro gran pañuelo apocalíptico,
la mano azul, inédita de Dios!

CESAR VALLEJO

miércoles, 22 de septiembre de 2010

QUEBRADAS


Imágenes especulativas de un
futuro disuelto
quedan como una laja del más
fino cristal venida al brocal
de un balcón muy alto
donde una mujer sueña
que es soñada
por un hombre que perdió
sus alas.

CARLOS G. B.