La fui acechando hasta la curva que ahora llamo del amor, última curva antes de la subida del diablo; ahí fue donde la abordé mostrándole los tres papelitos que horas antes doblé con elegancia y que esa misma tarde, había decidido hacérselos llegar. Ya eran muchos los días qué, en la galería, había permanecido como un espectador discreto ante sus caderas.
Su primera reacción fue de susto, luego sintió curiosidad, me presenté y juntos continuamos el camino por aquella subida que dan por llamar, “del diablo”. Le dije que Jesús había estado en la India, me dijo que era judía. No insistí en el tema. Una vez arriba, en Sabas Nieves, le leí los tres poemas y pude ver en sus ojos el reflejo del agrado que le ocasioné y ese dejo de felicidad que ya he aprendido a reconocer. Pasamos la tarde conociéndonos. Una vez abajo, en la calle, me pidió los tres poemas, le dije que eran suyos y se los di. La suerte estaba clara, no la volví a ver jamás.
CARLOS G. B.
1 comentario:
basado en hechos reales?
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