Kiki Patiño (K.K.) nos recuerda a la caricia de los ocho dedos, alias 8 dedos. Me acerqué a su mesa y le pedí un cigarro a lo que respondió afirmativamente con una sonrisa – claro –. Tomó la cajetilla del hombre que estaba a su lado (obviando la suya) y sacó el cigarro. Mi primera bocanada fue profunda.
Más tarde, en un oscuro rincón, abrazándola la tranqué. Ejercí la presión suficiente, no para ahogarla, si para que me sintiera y nunca con la laxitud del abrazo indiferente. No tenía salida. Su histeria estaba atrapada.
CARLOS G. B.
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