domingo, 7 de febrero de 2010

LA SALIDA


Para que no se den cuenta que me he ido, no me despedí de nadie. Si, justo antes de salir bailé con una desconocida, oculto en su cabello rizado pero no le di más datos que un seudónimo. Después me escurrí entre las mesas del buffet aprovechando que era la hora loca. Traspuse la puerta principal del gran salón sin volver en ningún momento la cabeza hacia atrás. Le entregué el ticket al valet parking mirándolo de soslayo. Durante los minutos que me tocó esperar en el enmarmolado porche coloqué mi cuerpo detrás de una tupida palmera de porrón. Apareció mi carro, di un salto, tomé la llave y me disparé de ahí mientras reflejaba en el espejo retrovisor, una insoportable sonrisa.


Carlos G. B.

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