En la revista Imagen de mayo de 1989 leí las siguientes palabras que Mariano Picón-Salas atribuyó a Reverón, inherentes, más que a la admiración que sentía, al vínculo espiritual que lo unía con el gran maestro español del siglo XIX. Helas aquí:
“La diferencia más palpable entre mi nuevo maestro Goya y mi más viejo profesor, Moreno Carbonero, es que la pintura de este último concluye en el cuadro. Está terminada precisamente en el sitio donde comienza la moldura del marco. En cambio, de Goya me queda flotando algo en la retina. El perrito de aquella señora del retrato se me deshace en vibraciones. La cinta con que se ajusta la mantilla la marquesa de Solana me la llevo en los ojos. Es materia más bella que la materia misma. Me voy con ese ritmo tumultuoso, con esa música —no puedo decirlo de otro modo— que tiene aquel cuadro de *la carga de mamelucos*, en el Prado".
Por supuesto, eso pudo haberlo dicho Reverón, pero con sus propias palabras, apuntó Calzadilla.
Pintura de M.B.“La diferencia más palpable entre mi nuevo maestro Goya y mi más viejo profesor, Moreno Carbonero, es que la pintura de este último concluye en el cuadro. Está terminada precisamente en el sitio donde comienza la moldura del marco. En cambio, de Goya me queda flotando algo en la retina. El perrito de aquella señora del retrato se me deshace en vibraciones. La cinta con que se ajusta la mantilla la marquesa de Solana me la llevo en los ojos. Es materia más bella que la materia misma. Me voy con ese ritmo tumultuoso, con esa música —no puedo decirlo de otro modo— que tiene aquel cuadro de *la carga de mamelucos*, en el Prado".
Por supuesto, eso pudo haberlo dicho Reverón, pero con sus propias palabras, apuntó Calzadilla.
Carlos G. B.
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