martes, 28 de diciembre de 2010

CRÓNICA DEL PRIMER ANTE-BESO


Siento el bao de su aliento humedecer mis labios. Si los labios tuviesen pelos nos haríamos cosquillas en este momento. Que maravilla son los labios, no tienen pelos y son tan suaves y carnosos que antes de que suceda puedo imaginar lo eléctrico de un beso. Sus labios están entreabiertos, sus ojos cerrados. Es igual porque a estas distancias es poco lo que se puede ver, a demás, al cerrarlos concentro todo mi potencial en mis labios, esos que esperan tocar los suyos tan pronto como pueda atravesar esas finas capas de aire que como cortinas invisibles me separan de los suyos. Su aliento, lo puedo oler y me gusta. A punto de traspasar la última o tal vez la penúltima capa laminar de aire que marca una distancia entre sus labios y los míos, comienzo a sentir esa energía que supongo irradia la congestión de nuestros deseos, toda ella, concentrada en nuestros labios; a penas en ese momento que quisiera no acabase nunca. El primer beso. La excitación tergiversa los verdaderos placeres. Ese único momento antes de que se consume ese primer contacto labial y orbicular. Hace ya rato que la visión doble quedó atrás. Hace aún más tiempo que mis brazos la contienen. El momento al que me refiero no se compara a ningún otro y culmina en el preciso instante que ambas bocas se juntan y antes de apretar y chasquear los labios, apenas se presienten.


CARLOS G. B.