viernes, 30 de octubre de 2009

LAS ABEJAS NOS DEJAN


Las abejas nos dejan. A donde van, no se, pero cada vez se siente más distante su zumbido en las orejas y menos las vemos molestando cocacolas en las terrazas. El si pican o muerden, poco a poco, va dejando de ser tema de conversación. Sus colores galantes en alternos listones, rara vez interrumpen ya la quietud ensimismada de quien se encuentra echado en la grama del parque en relajada actitud contemplativa. El campo bien triste se ve con su desoladora ausencia. Las flores, como quinceañeras sin fiesta, ven sus colores inútiles ahogados en el deseo insatisfecho tanto que preferirán no haber nacido, antes que ver sus ganas tomando la forma de pétalos dispersos en el suelo. Que si el calentamiento global, que si la contaminación, los insecticidas, las plantas transgénicas y tantas historias más; da igual, lo cierto es que se van y nos dejan solos, con nuestra indiferencia. Sus reinas, abdican y se despiden. Los zánganos, románticos como son, salen a buscar el amor en la muerte. Las restantes, velan por los detalles de la discreta partida sin siquiera sacarnos en cara toda la miel que les hemos consumido; preferiría pensar que lo hacen por nobleza u olvido pero me temo que es por resignación y desesperanza. Es verdad, el sol seguirá saliendo pero cuando desaparezca la última, ya no iluminará su errático volar y descubrirá en aquellos ojos sensibles su amarilla y negra compañía. Me iría con ellas a buscar ese hogar que no existe.
Al menos, algo buscaría.


CARLOS G. B.

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