miércoles, 30 de septiembre de 2009

SUEÑO




Anoche soñé contigo
no tenías ojos ni cabellos
no sonreías porque no tenías boca
tampoco tenías lengua y no podías hablar
no tenías manos ni pies, mucho menos corazón
no te podía ver, tampoco sentir
en realidad nunca pasó nada
sólo se que anoche soñé contigo.




CARLOS G. B.

LA VUELTA


Vuelven mis pasos a las calles grises,
a las ásperas aceras.
El suelo es frío, es de piedra.
Ya no veo las azoteas con gatos haciendo el amor en los alféizares
ni a los valles sin fin
ni a las soberbias cumbres desde arriba.
Ya no escucho el murmullo de los ángeles
tampoco siento su eterna angustia.
Sólo puedo extender el cuello y ver hacia lo alto
y recordar al celeste cielo cuando ayer me arropaba.
No se en que cúmulo perdí mis alas pero dejé de volar.
Abrí los ojos y dejé de soñar.


CARLOS G. B.

jueves, 24 de septiembre de 2009

PIEDRAS


Piedras caídas y divididas,
ennegrecidas por la memoria,
inmóviles dejan pasar el agua bajo su arbitrio,
señoriales.
Olvidadas por algún coloso,
permanecen pensativas, atemporales,
y así gozo de su presencia protectora,
y vivo su muerte milenaria que no acaba nunca.
Dejo mi alma en los brincos del río.
Entre sus canales, dejo mi alma.




CARLOS G. B.

sábado, 19 de septiembre de 2009

LA MUERTE DE ANAXIMANDRO


Filósofo, geómetra y astrónomo griego, discípulo de Tales, Anaximandro fue miembro de la escuela de Mileto. Múltiples investigaciones lo llevaron a decir que la tierra era esférica y que giraba en torno a su eje. También se le atribuye la realización de un mapa terrestre; fijó los equinoccios y solsticios, calculó las distancias y tamaño de las estrellas y creó un espectacular reloj de sol con el que disfrutaba quemar el tiempo siempre y cuando no estuviese nublado.
Quizás lo más enigmático que podemos extraer de sus enseñanzas es que el principio y elemento de todas las cosas existentes era lo ápeiron (así lo denominó) es decir, lo indefinido, lo infinito. Afirmó que éste no era agua ni ningún otro de los denominados elementos, sino alguna otra naturaleza a partir de la cual toman existencia todos los cielos y los mundos que hay en ellos, la vida también. Anaximandro dijo que lo ápeiron es la causa entera de la generación y destrucción de todo pues a partir de él se crean todas las cosas y en él todas perecen. Postuló que los opuestos se encuentran unidos en lo ápeiron y se separan para formar todas las cosas existentes, nivelados por ciertos ciclos de dominancia de cada uno. Es curioso que escribiera así de estos asuntos en términos más bien poéticos. ¿Estaría hablando Anaximandro del amor? Es inevitable para mí hacer esta analogía. ¿Por qué? Este gran pensador murió en el año 546 antes de cristo poco después de la olimpiada 58 y aunque es difícil concretar la veracidad de las razones de su muerte, recojo lo que alguna vez comentó Cicerón, palabras más, palabras menos, Anaximandro murió de amor. Lo expresó muy vagamente basándose en algo que afirmó haber leído en unos hipotéticos pergaminos sobrevivientes del incendio en la biblioteca de Alejandría y cuyos autores fueron Eusebio, Teofrasto y Aristóteles, respectivamente. Cada uno de estos celebres personajes, de manera muy diferente y por distintas vías, coincidían en lo mismo. Aristóteles, por ejemplo, señaló que Anaximandro se había enamorado de una mujer joven y muy bella pero por no poder adaptarse a su natural egoísmo pueril, no la pudo retener. En cambio Teofrasto remarcó quien fue ella quien no soportó estar a su lado, abduciendo que fue por miedo a afrontar el destino y la responsabilidad que ello conllevaba. Eusebio sólo hablaba de un gran desamor sin incurrir en detalles aunque si dijo, que ya al final de su carrera, creó una esfera en la cual colocó todo el amor que guardaba por aquella mujer y al hacerlo dicha esfera adquirió un intenso color celeste. No sabemos si esto es simbólico o si realmente así lo materializó. Sea como fuere, los tres autores coinciden en el sufrimiento de Anaximandro, mismo que, finalmente lo condujo a cruzar el río Aqueronte en la barca del temido Caronte. Ya en lo moderno, una Memoria publicada en la Real Academia de Berlín de Schleiermacher y un estudio concienzudo de Anaximandro por Gustavo Teichmüller en su Historia de los conceptos del cual da detallada cuenta Tannery en la Revue Philosophique, recogen esta inquietante apreciación de Cicerón.
Sin caer en cuestionamientos, morir de amor, es una forma curiosa de abandonar la vida para alguien quien fue, sin duda alguna, un hombre que vivió continuamente ejercitando la mente, un gran pensador. Si Anaximandro viviera en estos tiempos, ¿moriría igualmente de amor? Yo pienso que si, incluso antes de nacer.

CARLOS G. B.

jueves, 17 de septiembre de 2009

EL ESPEJO


De pronto como el querubín de una fuente barroca, escupió un buche de agua sobre el espejo empañado que la observaba desde hace ya algún tiempo y vio su reflejo en él; vio sus ojos inmensos y negros como el carbón, profundos, cautivantes, vio su nariz perfecta, no muy grande no muy pequeña, vio su boca entreabierta que apenas mostraba sus dientes correctamente alineados, los de arriba un poco por delante de los de abajo, blancos como el algodón, enmarcados por unos labios carnosos y rojos que describen ese prodigio geométrico, esa forma perfecta que es su boca, coqueta, incitante, que llevará al delirio a quien se percate de su existencia. Su rostro de Venus emergiendo de algún mítico lago en la paleta de cualquier pintor romántico, se le mostró perturbado en el espejo al tiempo que se insinuaba a través de su cabello también negro Art Nouveau a lo Louise Brooks. Arrugó la frente y se preguntó, cuanto durará todo esto, su mítica belleza, el agua caliente, el agua, su juventud, su vida, su civilización y su cultura, el planeta que habita, el sol, las estrellas, el universo, su espíritu, Dios, la canción de Mraz que entraba por la ventana; cuanto durarán.
Mientras observaba en el espejo las gotitas de agua corriendo por su frente sobrepasando sus cejas, goteando por sus pestañas como cascadas de un mundo diminuto, en caída libre por sus mejillas sonrojadas por el calor, entendió la finitud de todo; cada cosa tiene su principio y su final, su alma, absolutamente todo perecerá. Fue entonces cuando se sintió liberada, se despreocupó, se desancló de si misma y se abrió al universo y sus mil caras, si se puede expresar así. Se dio cuenta por primera vez en su vida que la juventud es un espejismo del tiempo y que el tiempo es sólo un círculo invisible. Al salir del baño, mientras se consentía con la toalla, se sintió reconfortada por la ducha que acababa de tomar y reconoció que fue buena idea colocar aquel espejo en la regadera.


CARLOS G. B.

domingo, 6 de septiembre de 2009

MANIAPURE


Viento que entras sin ser llamado
cuelgas tu frescor en mi corazón,
atisbas miradas genuinamente reales
que esculpen su acuarela en nuestra canción.

Desnudos y sin cargas van ocultándose
de quienes tercos gustan plasmar
sus memorias colmas de acción
en laminas de cartón.

Con cintas de cuentas a cuestas,
onoto en la frente, pies de elefante,
se deslizan en el tiempo inmóvil
y a toda costa, rasgan tu atención.

En el ruido del invierno sabanero
busquen la piel desnuda
que la van a encontrar.

CARLOS G. B.