sábado, 19 de septiembre de 2009

LA MUERTE DE ANAXIMANDRO


Filósofo, geómetra y astrónomo griego, discípulo de Tales, Anaximandro fue miembro de la escuela de Mileto. Múltiples investigaciones lo llevaron a decir que la tierra era esférica y que giraba en torno a su eje. También se le atribuye la realización de un mapa terrestre; fijó los equinoccios y solsticios, calculó las distancias y tamaño de las estrellas y creó un espectacular reloj de sol con el que disfrutaba quemar el tiempo siempre y cuando no estuviese nublado.
Quizás lo más enigmático que podemos extraer de sus enseñanzas es que el principio y elemento de todas las cosas existentes era lo ápeiron (así lo denominó) es decir, lo indefinido, lo infinito. Afirmó que éste no era agua ni ningún otro de los denominados elementos, sino alguna otra naturaleza a partir de la cual toman existencia todos los cielos y los mundos que hay en ellos, la vida también. Anaximandro dijo que lo ápeiron es la causa entera de la generación y destrucción de todo pues a partir de él se crean todas las cosas y en él todas perecen. Postuló que los opuestos se encuentran unidos en lo ápeiron y se separan para formar todas las cosas existentes, nivelados por ciertos ciclos de dominancia de cada uno. Es curioso que escribiera así de estos asuntos en términos más bien poéticos. ¿Estaría hablando Anaximandro del amor? Es inevitable para mí hacer esta analogía. ¿Por qué? Este gran pensador murió en el año 546 antes de cristo poco después de la olimpiada 58 y aunque es difícil concretar la veracidad de las razones de su muerte, recojo lo que alguna vez comentó Cicerón, palabras más, palabras menos, Anaximandro murió de amor. Lo expresó muy vagamente basándose en algo que afirmó haber leído en unos hipotéticos pergaminos sobrevivientes del incendio en la biblioteca de Alejandría y cuyos autores fueron Eusebio, Teofrasto y Aristóteles, respectivamente. Cada uno de estos celebres personajes, de manera muy diferente y por distintas vías, coincidían en lo mismo. Aristóteles, por ejemplo, señaló que Anaximandro se había enamorado de una mujer joven y muy bella pero por no poder adaptarse a su natural egoísmo pueril, no la pudo retener. En cambio Teofrasto remarcó quien fue ella quien no soportó estar a su lado, abduciendo que fue por miedo a afrontar el destino y la responsabilidad que ello conllevaba. Eusebio sólo hablaba de un gran desamor sin incurrir en detalles aunque si dijo, que ya al final de su carrera, creó una esfera en la cual colocó todo el amor que guardaba por aquella mujer y al hacerlo dicha esfera adquirió un intenso color celeste. No sabemos si esto es simbólico o si realmente así lo materializó. Sea como fuere, los tres autores coinciden en el sufrimiento de Anaximandro, mismo que, finalmente lo condujo a cruzar el río Aqueronte en la barca del temido Caronte. Ya en lo moderno, una Memoria publicada en la Real Academia de Berlín de Schleiermacher y un estudio concienzudo de Anaximandro por Gustavo Teichmüller en su Historia de los conceptos del cual da detallada cuenta Tannery en la Revue Philosophique, recogen esta inquietante apreciación de Cicerón.
Sin caer en cuestionamientos, morir de amor, es una forma curiosa de abandonar la vida para alguien quien fue, sin duda alguna, un hombre que vivió continuamente ejercitando la mente, un gran pensador. Si Anaximandro viviera en estos tiempos, ¿moriría igualmente de amor? Yo pienso que si, incluso antes de nacer.

CARLOS G. B.

2 comentarios:

Década dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

¡Interesante!.