Hace algún tiempo un escritor, inspirado en los enciclopedistas franceses y aupado por su ego, pretendió escribir sobre todo lo existente. Para lograr tan exigente obra, se organizó. Empezó por prepararse siguiendo las diferentes áreas del conocimiento humano; como era un excelente autodidacta, esto no se le hizo difícil.
Consciente de que tan magna empresa le tomaría tiempo, no se dejó amilanar y día tras día leía numerosísimos y diversos libros y tratados, tomando anotaciones en diferentes libretas, las cuales clasificaba por áreas de conocimiento, por temas, por apartados, y según la importancia que él mismo le confería a su contenido, como de primera prioridad, segunda prioridad, tercera, cuarta y así hasta la vigésimo quinta.
Una noche concluyó su trabajo investigativo, convencido de que ya era hora de sentarse a escribir su obra máxima. Sus barbas, que le llegaban hasta el pecho, se habían blanqueado y su cuerpo se había curvado ligeramente, hacia delante, por lo que después de observar las miles de libretas, acumuladas en cientos de pilotes que llegaban hasta el techo, decidió tomarse un descanso.
Al final no escribió nada. Se dedicó a compartir con su familia y sus amigos, a quienes había abandonado durante todos aquellos años de tan ardua preparación. Era reconocido por todos como un magnifico cuenta cuentos. De todo sabía y siempre de cualquier cosa, algo tenía que decir.
Consciente de que tan magna empresa le tomaría tiempo, no se dejó amilanar y día tras día leía numerosísimos y diversos libros y tratados, tomando anotaciones en diferentes libretas, las cuales clasificaba por áreas de conocimiento, por temas, por apartados, y según la importancia que él mismo le confería a su contenido, como de primera prioridad, segunda prioridad, tercera, cuarta y así hasta la vigésimo quinta.
Una noche concluyó su trabajo investigativo, convencido de que ya era hora de sentarse a escribir su obra máxima. Sus barbas, que le llegaban hasta el pecho, se habían blanqueado y su cuerpo se había curvado ligeramente, hacia delante, por lo que después de observar las miles de libretas, acumuladas en cientos de pilotes que llegaban hasta el techo, decidió tomarse un descanso.
Al final no escribió nada. Se dedicó a compartir con su familia y sus amigos, a quienes había abandonado durante todos aquellos años de tan ardua preparación. Era reconocido por todos como un magnifico cuenta cuentos. De todo sabía y siempre de cualquier cosa, algo tenía que decir.
CARLOS G. B.
1 comentario:
Empieza y se desarrolla bien, pero el final es extraño... podría decir más, pero sería un atrevimiento de mi parte.
Saludos.
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