Ningún discurso, por interesante que se suponga, debe sobrepasar nunca los ocho minutos, pues tal es el tiempo que tarda la luz en llegar del sol a la tierra. Después de ocho minutos todo lo estamos viendo bajo una luz diferente, de modo que más convendría callarse y meditar en otro asunto.
EUGENIO MONTEJO (El cuaderno de Blas Coll. Fragmento)
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